El Tour de Francia, un pionero que se moderniza por el espectáculo y el negocio

El Tour de Francia nació en 1903 impulsado por un medio de comunicación para alimentar sus páginas con contenidos propios en una época, la estival, donde menguaban. Pero pronto acabó trascendiendo esa pretensión inicial para convertirse en un ente propio que, en un primer momento, entroncó con el patrimonio cultural de un país y, en un segundo, acaso en un proceso paralelo, se transformó en uno de los grandes abanderados de un deporte de masas con vocación europea y universal.

El Tour, por pionero, creó el modelo e inició un camino que siguieron otros organizadores en otras latitudes después. Se le imitó hasta en sus posteriores cambios de reglamento, en su apuesta por la montaña (primero los Vosgos, luego los Pirineos, finalmente los Alpes), en la introducción de una caravana publicitaria o en la instauración de un jersey amarillo. El Tour marcó el camino. Sin la prensa no existirían buena parte de las carreras, ya sean por etapas ya sean clásicas, que hoy se esperan con pasión y devoción. Y también, cada vez más, basta con acercarse al gran público no especializado, con cierto escepticismo.

Competencias de ciclismoDicen que de los grandes acontecimientos deportivos más añejos de vocación popular, masiva y universal, que si losJuegos Olímpicos, que si los Mundiales de Fútbol, que si el Tour, solo la ronda gala puede presumir de celebrarse cada año. Salvo en los parones obligados por las Guerras Mundiales; las contiendas bélicas explican ese desfase entre el primer centenario (el de 2003) y el actual, en el que se alcanzan verdaderamente las 100 ediciones. Pero de la candidez primitiva de aquel primer Tour circular con salida y llegada en París, de seis etapas de hasta 400 kilómetros, de ciclistas tan aventureros como obligados casi a la autosuficiencia, poco o nada queda ante el gran negocio.

El Tour es un negocio. Y  su empresa impulsora, que hoy es Amaury Sport Organisation, ha acabado montando todo un imperio de carreras alrededor de la ronda gala. Un imperio donde, por cierto, se encuentra la Vuelta a España. Un negocio no exento de amenazas. La principal, latente y posiblemente más artesanal dentro del mundo del ciclismo desde los setenta y los setenta,  ahora más científica y sofisticada, es el dopaje. Los siete años sin ganador final en la ronda gala, los siete éxitos consecutivos de Lance Armstrong, son una cicatriz en el palmarés. Y no han sido las únicas.

Con unos corsés muy rígidos en lo que a recorridos se refiere durante varias décadas, en los últimos años se han acelerado las novedades en aras de fomentar el espectáculo y de aportarle emoción a las etapas, aunque no de una manera tan radical a la apuesta de la Vuelta por los finales en cuesta. Un punto fuerte, y una generosa fuente de ingresos, han sidolos inicios de cada edición. En 1987 la salida desde Berlín resultaba exótica y en 1992 partir de San Sebastián suponía renunciar a los Pirineos. No eran las primeras salidas foráneas, claro. Pero fueron dos pasos más. Ya no resultan tan chocantes (ni suponen tantos problemas de logística) salidas ('Grand Depart') como las de Dublín (1998). En los últimos años el Tour se ha hecho más universal: Londres (2007), Mónaco (2009), Rotterdam (2010), Lieja (2012)...En 2014 la prueba regresará a las islas británica para partir de Leeds. En un reportaje que apareció a finales de la década de los 90 Jean Marie Leblanc fantaseó con un Tour realmente universal que partía desde Nueva York gracias, entre otras cosas, al concorde. Ciclismo ficción.

Para 2013, donde no faltan mitos como el Mont Ventoux pero se echan de menos (dada la efeméride) otros como el Tourmalet, el Galibier o el Izoard, una de las sorpresas, ya ensayada durante el Dauphiné, está en la "mutación" de uno de sus grandes iconos: Alpe d'Huez. La estación invernal alpina acogerá dos pasos de la carrera durante la decimoctava etapa gracias al paso por el Col de Sarenne, otra vertiente de Alpe d'Huez con la que estaba conectada hasta hace no mucho tiempo por una carretera sin asfaltar. En Francia siguen adorando su Tour, su orgullo nacional, pero añoran esa figura ciclista propia que vuelva a ganar una carrera que se le resiste al país galo en el palmarés desde Bernard Hinault en 1985.// 20 minutos (ES)

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